domingo, 22 de mayo de 2016

A ella, mi pequeña princesa

Martina ya ha cumplido los tres meses. Es una niña muy risueña, dormilona, tragona y se está convirtiendo en un pelín llorona ( acostumbrada a los brazos, no quiere estar sola y llora).
Después de estos tres meses y antes de que se me acabe la baja por maternidad y con un futuro, a nivel laboral, incierto, os cuento varias anécdotas (por llamarlo de alguna manera) de mi embarazo y los primeros tres meses de vida de Martina.

El embarazo, l@s que me seguís ya lo sabéis, fue fácil, exceptuando el primer trimestre que estuvo lleno de vómitos, nauseas y mal estar ( y me pilló en pleno agosto, menudo mes de vacaciones pasé,...). 

En el segundo trimestres y con los vómitos, nauseas y mal estar superados llegó la gran noticia, en la ecografía morfológica de las 20 semanas, detectaron un problema en la formación del riñón derecho de Martina. Y aunque no era grave, se tenía que hacer un seguimiento, de ése riñón y sobretodo del funcionamiento del izquierdo. 

En la semana 24, me repitieron la ecografía morfológica y definitivamente diagnosticaban una displasia renal multiquística del riñón derecho. Y, vuelvo a repetir, aunque no es grave, todo queremos que nuestros bebés estén sanos. Por lo que el resto del embarazo se hizo duro y largo, quería tener ya entre mis manos a Martina y saber que estaba bien. 

Creo que fueron esas ansias las que me provocaron que durante el embarazo, solo me apeteciera comer dulces y aunque me controlaba, el chocolate y demás podían conmigo. Lo que me provocó que el O'Sullivan saliera alterado y tuviera que pasar por la Curva de Glucosa. Cosa imposible pues al beber el líquido al rato lo vomitaba. Después de pasar por el endocrino y tras varios días con controles de glucemia, me recomendaron hacer dieta (con las Navidades de por medio) aunque no fuera una diabetes gestacional confirmada.

El resto del embarazo fue genial. Hacer dieta me sirvió para no ganar mucho peso. Aprovechando las clases para embarazada que daba en el trabajo, me metía con ellas en el agua y también hacía los ejercicios y, algún día, me quedaba a nadar después del trabajo. Sólo nos preocupaba el tema de la displasia y que una posible diabetes gestacional pudiera provocar algún problema en el desarrollo de Martna.

Así nos plantamos en la semana 31 de mi segundo embarazo, y llegó el día de poner la vacuna para la tos ferina. Me provocó una reacción brutal en el brazo (calor, tumefacción y mal estar general). Al día siguiente de la vacuna, tube dos contracciones por la noche. Mi marido trabajando, yo sola en casa con Pol. Me tumbé en la cama aprovechando que era la hora de dormir al peque y se me pasaron. Pero al día siguiente el mal estar seguía y nos fuimos a urgencias.

La sorpresa de los médicos al decirles que todavía trabajaba y que no tenía intención de dejar de hacerlo provocó que me obligaran a hacerlo. No ellos, si no la familia.  Así en la semana 32, dejé de trabajar. Lo que los médicos no sabían era que me cansaba menos trabajando que estando en casa con Pol. Cómo llega a cansar un niño de 23 meses...

El día que me puse de parto ya lo sabéis. Por suerte todo fue rápido y fácil. Lo peor vino a los minutos de nacer Martina, cuando su distrés respiratorio hizo que tuviera que ir a la incubadora. 6 días más tarde estábamos los 4 juntos en casa por fin.

Mientras Martina estaba en el hospital le hicieron una ecografía renal para verificar la displasia renal y, para sorpresa de todos, el resultado fue NORMAL. Yo no me lo creía y, aunque casi toda la familia se alegró, yo seguía reacia. A los dos meses se tenía que repetir. El mes pasado la repetimos y, estando yo presente, y con el médico delante repitiéndome mil veces que sí, que el riñón era normal y que todo estaba bien. Rompí a llorar. Sensaciones contradictorias de alegría y, sobretodo, mucha rabia por lo mal que lo habíamos pasado esos meses, pues nos habían asegurado que era irreversible y que no se podía "curar".

los ojos que me tienen enamorada
La última sorpresa con Martina ha sido su heterocromía (anomalía de los ojos en la que los iris son de diferente color, total o parcialmente). Sí, sí, mi princesa es tan especial que tiene un ojo azul y otro verde-marrón (todavía no definido). Su pediatra, aunque no se moja, nos dijo que se le quedarían así porque son colores muy definidos, aunque hasta los 6 meses podía cambiar. El de la seguridad social, nos dijeron que no sabían que esperáramos hasta los 6 meses. Así que nos quedan 2 meses y medio para saber su color de ojos. Mientras es la princesa más chula del pueblo y sorprende a toda la gente que se la mira.

Mi princesa, es única, lo sé y será una persona importante y sobretodo, muy muy muy especial.

Hoy, se lo dedico a ella, mi pequeña princesa.

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